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Encendiendo una estrella: la carrera humana por dominar la fusión nuclear

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Fusion Nuclear

¿Qué es la fusión nuclear? (y por qué nos interesa tanto)

Imagina que tienes dos átomos muy ligeros —por ejemplo, isótopos del hidrógeno como el deuterio (D) y el tritio (T)— y los “apretujas” con tanta energía que sus núcleos se fusionan en un átomo más pesado (helio, por ejemplo). En ese proceso, parte de la masa se convierte en energía, según la famosa equivalencia E = mc^2. Ese “exceso” de energía es lo que se libera como calor. Eso es, en esencia, la fusión nuclear.

En el Sol, la gravedad y las altísimas temperaturas favorecen estas fusiones de forma natural, manteniendo la reacción durante miles de millones de años. En la Tierra, nuestro reto es recrear ese proceso: calentar y sostener el plasma (un gas ionizado) a temperaturas extremadamente altas (decenas o cientos de millones de grados Celsius), y confinarlo para que no “toque las paredes” del reactor.

¿Por qué nos importa? Pues porque, si lo logramos bien:

La fusión no produce gases de efecto invernadero durante su operación (no quema combustibles fósiles). El combustible (deuterio) es abundante y barato —proviene del agua— y el tritio puede producirse dentro del propio reactor mediante reacciones secundarias. No existe riesgo de “fusión incontrolada” tipo explosión nuclear como en una bomba (la reacción no es autosostenible sin condiciones muy precisas). Los residuos radiactivos son menos problemáticos que los de la fisión nuclear convencional (aunque sí hay desafíos con los materiales irradiados).

Así que, si pudiéramos “encender” pequeñas estrellas en la Tierra de forma práctica, tendríamos una fuente de energía potente, limpia y abundante.

Pero el diablo está en los detalles técnicos. Y ahí es donde comienza la odisea.

Historia (y mitos) del camino hacia la fusión

El sueño de aprovechar en la Tierra lo que el Sol hace naturalmente ha sido una quimera durante muchas décadas. Aquí va un repaso por los hitos más importantes, con esos sinsabores y victorias que dan carácter a la ciencia.

Orígenes teóricos y primeros meses

Ya en la década de 1920 y 1930 algunos físicos pensaban que la fusión podría explicar la energía de las estrellas. Arthur Eddington propuso que los núcleos de hidrógeno fusionaban para formar helio dentro del Sol.  En 1950, los científicos soviéticos Andrei Sakharov e Igor Tamm propusieron el tokamak, una configuración de confinamiento magnético que más tarde resultaría crucial.  En paralelo, en los años 1950 también aparecieron ideas como el stellarator de Lyman Spitzer, otro tipo de confinamiento magnético. 

Fusión “violentita” y los primeros experimentos

En los años 1950 también se desarrollaron armas termonucleares (bombas de hidrógeno), que de hecho usan una versión de fusión explosiva, pero sin control, solo para destrucción. No es lo que queremos para energía.  En cuanto a fusión controlada, en 1958 se logró un experimento de fusión en un dispositivo llamado Scylla-I (tipo theta-pinch).  Desde los años 1960 en adelante, muchos laboratorios en el mundo comenzaron a construir dispositivos magnéticos para confinar plasma: tokamaks en la Unión Soviética, stellarators en Europa y EE. UU., experiencias en varios países.

El dominio del tokamak y un “boom” mundial

Cientificos Sovieticos

En 1968, los soviéticos lograron condiciones de temperatura y confinamiento que despertaron entusiasmo: el tokamak mostró ventaja frente a otros diseños.  A partir de ahí, el tokamak se volvió la estrella de los proyectos de fusión. Muchos laboratorios adoptaron esa configuración por su eficacia.  En los años 1980 y 1990, grandes instalaciones como JET (Joint European Torus) en Europa, TFTR en EE. UU., JT-60 en Japón se pusieron en operación para escalar las condiciones de plasma lo más cerca posible a lo que necesitaría un reactor.  En 1991, JET hizo una de las primeras demostraciones de liberación controlada de potencia de fusión.  A lo largo de los años, se mejoraron técnicas de calentamiento auxiliar, configuración de “divertores” para manejar el plasma cerca de las paredes, y superconductores para bobinas magnéticas. 

El proyecto ITER: la ambición internacional

En 1985, durante una cumbre entre la Unión Soviética y Estados Unidos, se propuso un proyecto colaborativo para demostrar la viabilidad de la fusión para fines pacíficos: ese fue el germen del ITER.  En 2001 se completó un diseño inicial. Más tarde, China, India y otros países se sumaron al consorcio.  La construcción arrancó en 2010 en Cadarache, Francia.  ITER está diseñado para producir más energía de fusión de la que consume el sistema de calentamiento (objetivo Q ≥ 10: producir 500 MW usando 50 MW) —es decir, demostrar “breakeven” (equilibrio energético) o más.  Pero, como toda gran obra, ha tenido retrasos técnicos, financieros, y de coordinación internacional. 

Lo que ya se ha logrado: avances reales (no fábulas)

Aunque aún no tenemos centrales de fusión que alimenten ciudades, sí hay logros concretos que muestran que el avance no es ficción:

Récords de plasma y combinación de parámetros

Para que un reactor de fusión funcione, debe lograr el llamado producto triple (densidad × temperatura × tiempo de confinamiento) que sea lo bastante alto. Varios dispositivos experimentales han ido escalando esos parámetros:

JET en Europa: en diciembre de 2023, JET generó 69.29 megajulios durante 6 segundos con combustible deuterio-tritio.  En 1991, ya había liberación controlada de potencia.  Tokamaks como JT-60 en Japón, ASDEX en Alemania, Tore Supra en Francia lograron avances en confinamiento, manejo de plasma, diseño de divisores, etc.  En Corea, KSTAR es un tokamak superconductivo activo desde 2008, que sirve para probar modos de plasma útiles para ITER. 

“Ignición” y ganancia en laboratorio

Un término clave es “ignición”: cuando la energía liberada por la fusión es suficiente para mantener la reacción sin aporte externo. Otro es “Q > 1” —es decir, más energía de salida que de entrada.

En diciembre de 2022 (anunciado en 2023) el National Ignition Facility (NIF) en EE. UU. logró un experimento donde la energía de salida de la cápsula de combustible superó la energía láser inyectada (Q ≈ 1.5).  Sin embargo, hay que tener cuidado: paso atrás y adelante. Eso no necesariamente implica que todo el sistema (incluyendo eficiencia del láser, pérdidas, etc.) tenga ganancia neta. Pero sí es un hito simbólico importante. 

Proyectos privados y empuje reciente

En los últimos años, ha surgido un fenómeno: startups de fusión con enfoques innovadores (imanes de alta temperatura, nuevas geometrías, confinamientos “compactos”) han recaudado inversiones. Algunos hitos:

Commonwealth Fusion Systems (CFS) planea su reactor SPARC, con la ambición de alcanzar ganancia neta (Q > 1) hacia 2025.  Luego, su plan es construir un reactor llamado ARC para generación de electricidad en la década de 2030.  Helion Energy afirma estar “en camino” a tener una planta de fusión comercial para 2028.  En el Reino Unido, General Fusion tiene un proyecto llamado “Fusion Demonstration Plant (FDP)” planeado para la década de 2030.  En Japón, la startup Helical Fusion planea lanzar su reactor “steady-state” hacia 2034, con enfoque magnético helicoidal. 

Estos proyectos privados no garantizan éxito, pero alimentan la esperanza de que la innovación incremental pueda acelerar lo que estaba “atascado” en instituciones públicas.

Qué se está haciendo ahora (2025): el estado activo del arte

Hoy en día, la investigación de fusión se mueve en varias direcciones simultáneas. No hay un solo camino “correcto”; es más bien una carrera con múltiples prototipos.

ITER y su cronograma revisado

ITER es el titán que muchos ven como punto de inflexión “oficial”. Pero ha tenido retrasos. Según las actualizaciones:

Se espera que ITER comience su operación científica en 2034 (plasma deuterio-deuterio) y su operación con combustible completo deuterio-tritio en 2039.  Antes, había planes de “primer plasma” en 2025, pero eso ya está retrasado.  El objetivo es lograr reacciones de fusión que generen 10 veces más energía que la requerida para calentar el plasma (Q ≥ 10). 

ITER es un experimento, no una planta comercial. Su función es demostrar que se puede producir plasma con ganancia energética y probar tecnologías (materiales resistentes, manejo del calor, generación de tritio, etc.). 

Las líneas paralelas: enfoques alternativos

No todo está apostado al tokamak magistral. Otras líneas activas son:

Stellarators (como Wendelstein 7-X en Alemania) con geometrías más complejas pero mejor estabilidad intrínseca. (Este artículo no lo he detallado mucho, pero es una vía explorada.) Fusión por confinamiento inercial (ICF): el caso del NIF es un ejemplo, donde se usan láseres para comprimir cápsulas de combustible y lograr fusión.  Conceptos alternativos privados: empresas que usan magnetismo compacto, imanes de alta temperatura, geometrías híbridas, o combinaciones de fusión-fisión para “ayudar” al proceso. 

Apoyo gubernamental, políticas y estrategia

En EE. UU., la Estrategia de Energía de Fusión 2024 propone acelerar los vacíos científicos y tecnológicos con miras a tener una planta piloto en la década de 2030.  La Fusion Industry Association publicó un documento para orientar políticas que aceleren la comercialización de fusión.  Se están diseñando regulaciones nacionales e internacionales para plantas de fusión (más allá de la física del plasma).  Pero también hay voces cautelosas: algunos expertos afirman que la comercialización antes de 2050 es optimista, y que los desafíos de materiales, costos y fiabilidad siguen siendo enormes. 

Los retos gigantescos (es decir: lo que falta)

Lograr una fusión nuclear útil no es solo cuestión de diseñar un aparato. Hay montones de barreras técnicas, económicas, de ingeniería y hasta legales.

Materiales y degradación

El plasma caliente emite neutrones de alta energía, que bombardean las paredes del reactor y dañan los materiales. Necesitamos materiales que sobrevivan muchos años sin volverse frágiles o radioactivos de forma crítica.

Confinamiento prolongado y control del plasma

Mantener un plasma estable a decenas de millones de grados durante mucho tiempo es una lucha constante. Pequeños desequilibrios pueden hacer que el plasma toque las paredes, se enfríe o se pierda.

Ganancia neta real y eficiencia total

Lograr Q > 1 en condiciones experimentales es un paso, pero la eficiencia real considerando todo el sistema (generadores, láseres, bombas, pérdidas) debe ser favorable para que sea viable. Si gastas más energía periférica que la que obtienes, no sirve como planta eléctrica.

Producción de tritio

El tritio no es abundante en la naturaleza. Hay que generarlo dentro del reactor, usando materiales que absorban neutrones (blankets) para convertir litio en tritio, de forma sostenible.

Escalado, costos y operación continua

Un reactor de prueba es una cosa; una planta que funcione 24/7 durante décadas es otra. Hay que escalar los equipos, garantizar mantenimiento, fiabilidad, disponibilidad, y hacerlo económicamente competitivo frente a otras fuentes (solar, eólica, nucleares convencionales).

Regulación, financiamiento, política

Los marcos legales para plantas de fusión aún no están bien definidos. Además, los costos iniciales serán enormes, lo que requiere políticas de apoyo, subsidios o contratos a largo plazo para hacerlos viables.

¿Cuándo “podría” llegar la fusión a ser algo común?

Aquí es donde entran las predicciones (con enorme margen de error). Nadie tiene una bola de cristal segura. Pero basándonos en planes actuales:

Muchos expertos opinan que no veremos fusión “a gran escala” antes de 2050 (o incluso con cautela después).  Las hojas de ruta globales, como las del National Academies o rutas europeas, apuntan a que DEMO (reactor de demostración comercial) podría aparecer entre 2040 y 2050.  Algunas startups ambiciosas predicen hitos previos: como SPARC alcanzando ganancia neta en 2025, seguido de ARC produciendo electricidad en la década de 2030.  Pero muchas voces expertas advierten que las predicciones de 2030 o 2035 son optimistas. John Holdren, por ejemplo, afirma que hablar de fusión comercial antes de 2050 es “hype”.  El cronograma revisado de ITER ya “empuja” las fechas hacia atrás: operación con tritio en 2039.  En Japón, proyectan que un reactor steady-state podría funcionar en 2034, y plantas comerciales podrían aparecer en los años 2040. 

Entonces, si todo sale de forma optimista, quizá en la década de 2040-2050 podríamos ver centrales de fusión con acceso comercial (para redes eléctricas). Pero hay que enfatizar: “si todo sale bien”.

¿Por qué aún no lo hemos logrado “comúnmente”?

Quizá te preguntes: si hemos avanzado tanto, ¿por qué no está ya la fusión alimentando ciudades? La respuesta es: porque cada paso es una montaña técnica. Algunas razones:

Complejidad tecnológica inédita: no hay planos de fábrica estándar —cada reactor es casi un prototipo gigante. Costos astronómicos: los componentes (imanes superconductores, blindajes, sistemas cryogénicos) son muy costosos. Escalamiento: lo que funciona en escala de laboratorio puede fallar cuando lo haces enorme. Confiabilidad: una planta comercial debe funcionar muchos años con mantenimientos viables. Riesgos, regulaciones y seguridad: aunque la fusión es “más segura” que la fisión en muchos sentidos, sigue involucrando radiaciones, activación de materiales, y normas nucleares. Financiamiento y voluntad política: un proyecto de fusión de escala demanda inversión a muy largo plazo (décadas). Tiempo de desarrollo acumulativo: aunque llevamos 70 años “persiguiendo la fusión”, es un problema multidisciplinar (física del plasma, ingeniería de materiales, superconductores, sistemas térmicos, etc.).

Por eso, durante décadas se ha dicho “la fusión está siempre 30 años adelante”, y ese chiste no es tan alejado de la realidad.

Qué pasaría si la fusión se convierte en realidad comercial

Para cerrar con una imagen, imaginemos el “escenario ideal” en el que la fusión se masifica:

Ciudades con plantas de fusión locales que generen electricidad continua, complementando solar y eólica (cuando no haya sol o viento). Reducción masiva de emisiones de CO₂, al desplazar a combustibles fósiles. Menor dependencia de combustibles importados (hidrógeno, gas, petróleo). Producción de hidrógeno “verde” barato usando energía abundante. Descentralización energética con estaciones de fusión más pequeñas, según demanda. Nuevas aplicaciones: energía compacta en barcos, naves espaciales, usos industriales intensivos.

Pero también habrá desafíos: cómo integrar estos reactores a la red eléctrica, cómo manejar la cadena de suministro (materiales, tritio, mantenimiento), la competencia de otras tecnologías limpias, la regulación internacional, los costos de producción iniciales, etc.

Fusión Nuclear

Resumen

La fusión nuclear es el proceso donde núcleos ligeros se unen y liberan energía, como en el Sol. El gran reto es confinar un plasma ultracaliente durante suficiente tiempo, con suficiente energía de fusión para superar las pérdidas. En los últimos 70 años ha habido avances notables: mejores tokamaks, mejoras en materiales, experimentos de ganancia parcial, demostraciones en láser (NIF). El proyecto ITER es el esfuerzo internacional más grande para demostrar la viabilidad técnica de la fusión con ganancia neta. En paralelo, startups privadas innovan con diseños más compactos y agresivos, buscando hitos tempranos. Muchos expertos sitúan el escenario realista para que la fusión contribuya al sistema energético entre 2040 y 2050 (o después). Algunos optimistas predicen hitos anteriores, pero deben superar riesgos enormes. Si lo logramos, la fusión podría ser una pieza clave para un mundo con energía limpia, abundante y confiable.

Una apuesta moderada: en la década de 2040 veremos pilotos de plantas de fusión conectados a redes eléctricas, y en los años 2050 lo veremos como una opción madura (aunque no necesariamente dominante inmediatamente). Pero esto depende de que los avances técnicos, los costos y las políticas vayan de la mano.

Fuentes Consultadas

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