En los últimos años, mucha gente se ha topado con una frase que parece escrita para nuestros tiempos: “La estupidez es un enemigo más peligroso del bien que la maldad”. La sentencia no es de un experto en redes sociales ni de un psicólogo del siglo XXI; es de Dietrich Bonhoeffer, teólogo luterano alemán ejecutado por los nazis en 1945. En una breve pero poderosa reflexión redactada durante la guerra, Bonhoeffer analizó la “estupidez” no como falta de inteligencia, sino como una condición moral y social que se apodera de personas y multitudes cuando el poder y la propaganda destruyen la independencia interior. Ese texto —conocido como “Después de diez años” o «After Ten Years», incluido entre sus escritos de prisión— condensa lo que muchos hoy citan como su “teoría de la estupidez”.

Este artículo presenta, primero, la teoría de Bonhoeffer en sus propios términos; luego ofrece una biografía concisa y verificada del autor; después analiza por qué su diagnóstico encaja con las interacciones sociales contemporáneas —tanto cara a cara como en el entorno digital— y, finalmente, propone soluciones prácticas para escapar de sus garras, combinando las intuiciones de Bonhoeffer con evidencia empírica reciente.
I. La “teoría de la estupidez” según Bonhoeffer
1) Un enemigo moral, no un déficit intelectual
En Después de diez años, Bonhoeffer sostiene que la “estupidez” es más peligrosa que la maldad, porque contra la maldad es posible protestar, denunciar y, en ocasiones, frenar por la fuerza; pero contra la estupidez estamos indefensos, ya que no se puede despejar con argumentos ni refutar con hechos. El “tonto” —en el sentido moral de Bonhoeffer— es inmune a la evidencia y a la persuasión racional.

Este juicio parecería arrogante si Bonhoeffer se limitara a tratar a la gente como “menos lista”. No es el caso. Subraya que la estupidez no es tanto un problema psicológico como sociológico: las personas se vuelven estúpidas (moralmente) bajo ciertas condiciones sociales, sobre todo cuando el poder triunfa y se impone. En ese clima, se pierde la independencia interior; se repiten consignas y tópicos; se renuncia a la responsabilidad personal. La estupidez, así, es una forma de servidumbre interior.
2) Signos de captura
Bonhoeffer describe rasgos reconocibles:

Resistencia a los hechos: datos que contradicen preconcepciones “no necesitan” ser creídos. Irritación ante la crítica: quien intenta argumentar es visto como enemigo. Fórmulas prefabricadas: el discurso se reduce a lemas. Pérdida de responsabilidad: la persona “ya no es ella misma”, y “habla como dominada”.
3) ¿Es reversible?

No propone un “debate más fuerte” con el “estúpido”, porque no es un problema de información, sino de liberación: hace falta recuperar la independencia interior y desinflar los poderes (externos o internos) que producen la servidumbre. Bonhoeffer confía en que la educación paciente, la formación del carácter y, sobre todo, la verdad vivida con responsabilidad pueden ir desmontando esa condición.
II. Dietrich Bonhoeffer:
Dietrich Bonhoeffer nació el 4 de febrero de 1906 en Breslau (hoy Wrocław, Polonia), hijo de Karl y Paula Bonhoeffer. Se formó en teología en Tübingen y Berlín, donde destacó desde muy joven; trabajó como pastor en Barcelona (1928–1929) y estudió en Union Theological Seminary en Nueva York (1930–1931), experiencia que amplió su visión ecuménica y su sensibilidad social. A su regreso a Alemania, fue docente en la Universidad de Berlín y pronto se volvió una de las voces críticas frente al ascenso del nacionalsocialismo.
Obra principal. Entre sus escritos más influyentes están Nachfolge (El costo del discipulado, 1937), una crítica al “barato perdón” y una lectura radical del Sermón del Monte; y Gemeinsames Leben (Vida en comunidad, 1939), fruto de su seminario clandestino en Finkenwalde para formar pastores de la Iglesia Confesante. Ambas obras vinculan fe, disciplina comunitaria y ética de la responsabilidad.
Resistencia. Desde 1933 criticó el antisemitismo y el intento de subordinar la iglesia al Estado nazi. En “La Iglesia y la cuestión judía” (abril de 1933), delineó tres tareas de la iglesia frente a una autoridad injusta: preguntar por la justicia, auxiliar a las víctimas y, si es necesario, “meter un palo en la rueda” para detener la maquinaria del mal.
En 1935 dirigió el seminario de Finkenwalde, clausurado por la Gestapo en 1937. A partir de 1938, por mediación de su cuñado Hans von Dohnanyi, se conectó con la resistencia y, bajo la cobertura del Abwehr (servicios de inteligencia militar), actuó como enlace ecuménico con el extranjero.
En abril de 1943 fue detenido; luego del fallido atentado del 20 de julio de 1944 contra Hitler, se descubrieron pruebas de su participación en la red conspirativa. Tras pasar por prisiones y campos, fue ahorcado el 9 de abril de 1945 en Flossenbürg, apenas semanas antes del final de la guerra en Europa. Cartas y papeles desde la cárcel (1951) recogió sus escritos carcelarios, entre ellos Después de diez años.
III. Por qué su diagnóstico encaja con nuestras interacciones sociales (cara a cara y digitales)
La fuerza de la reflexión de Bonhoeffer no está en describir gente “poco inteligente”, sino en mostrar procesos sociales que nos vuelven moralmente “estúpidos”: conformismo, obediencia, consignas, pérdida de criterio propio. Setenta y cinco años después, la ciencia del comportamiento y la investigación sobre internet han documentado mecanismos que encajan punto por punto con su intuición.
1) Conformidad y obediencia: vulnerabilidades humanas
Experimentos de conformidad (Asch, 1950s). En pruebas sencillas de comparación de líneas, personas normales se alineaban con una mayoría que estaba obviamente equivocada en alrededor de un tercio de los ensayos; la sola presencia de un disidente reducía con fuerza la conformidad. El hallazgo: no hace falta un adoctrinamiento profundo; la presión del grupo basta para doblegar la independencia interior. Obediencia a la autoridad (Milgram, 1963). En condiciones de laboratorio, personas corrientes obedecieron órdenes de aplicar supuestas descargas eléctricas dolorosas a otra persona; un porcentaje alto llegó hasta el máximo “voltaje”. La lección: bajo autoridad percibida, muchos “dejan de ser ellos mismos”, exactamente como describía Bonhoeffer.

Estas evidencias no “condenan” a la humanidad: ponen de relieve situaciones que nos empujan a la servidumbre interior que Bonhoeffer denunció. La unanimidad ficticia y la autoridad incuestionada facilitan la repetición de consignas, la hostilidad a los hechos contrarios y la renuncia a la responsabilidad.
2) Del salón a la pantalla: el ecosistema digital como multiplicador
Bonhoeffer escribió sobre consignas y lugares comunes que ocupan el pensamiento. En el ecosistema digital, eso se multiplica por varios mecanismos:
Desinhibición en línea. La interacción digital reduce frenos sociales (anonimato, invisibilidad, asincronía), aumentando la franqueza pero también la agresividad y la aceptación acrítica. Es el “efecto de desinhibición online”. Difusión de noticias falsas. Un estudio masivo de Twitter (2006–2017) encontró que las noticias falsas se difunden más lejos, más rápido y más ampliamente que las verdaderas, especialmente en política. El “novedosismo” y la emocionalidad ayudan a que lo falso conquiste la conversación. Consignas virales sustituyen razonamientos; la atención se monopoliza. Efecto de “verdad ilusoria”. Repetir afirmaciones —aunque sepamos que son dudosas— aumenta su credibilidad percibida. Es un sesgo robusto documentado por décadas y reafirmado recientemente. Un entorno que repite lemas y hace “tendencia” tiende, literalmente, a fabricar creencias. Foco en la atención, no en la veracidad. Parte del problema no es “maldad ideológica”, sino in-atención a la exactitud: cuando se recuerda a los usuarios pensar en si algo es verdadero, disminuye la compartición de contenidos falsos (ensayos controlados y experimentos de campo en Twitter). Cámaras de eco (con matices). Hay homofilia ideológica en redes y exposición limitada a lo diferente, pero la investigación reciente también sugiere que las cámaras de eco no son absolutas; diseñar la plataforma y empujar a la diversidad puede reducir exposición a fuentes reincidentes en desinformación y a incivilidad. En todo caso, las métricas sociales (likes, compartidos) y el diseño de feeds modulan qué consignas se vuelven “obvias”.

Resultado: lo que Bonhoeffer llamó pérdida de independencia interior aparece hoy como pérdida de criterio en flujos de información hiperacelerados. Nos volvemos reactivos (emocionales, tribales), repetimos consignas y lemas para demostrar pertenencia, rechazamos hechos disonantes y convertimos la discusión en batallas rituales de identidad. Es la mismísima situación contra la que él advertía: servidumbre a un poder (ahora también algorítmico y reputacional) que suple la responsabilidad personal.
3) ¿Y en la vida offline?
Fuera de internet, la “teoría” aparece en:
Entornos organizacionales donde se penaliza el disenso: sin “el primer disidente” (el que rompe la unanimidad), la gente adapta su discurso a la jerarquía. Experimentos de Asch lo anticipaban; Bonhoeffer insistía en que la verdad requiere carácter para resistir. Espacios comunitarios polarizados, donde etiquetas (traidor, enemigo, “despierto”, “vendido”, etc.) sustituyen argumentos; lemas y memes reemplazan deliberación. Es justo el fenómeno de consignas prefabricadas que describió. Medios y política que premian la simplificación y la indignación: emociones de alta activación amplifican la difusión; lo documenta la literatura sobre viralidad y noticias falsas.

Bonhoeffer no pedía “gente más lista”, sino personas más responsables: sujetos capaces de no dejarse poseer por el clima del poder, sea político, mediático o de reputación social.
IV. Soluciones: cómo salir de las garras de la “estupidez”
Bonhoeffer es tajante: no basta discutir más fuerte; hay que recuperar libertad interior y debilitar las condiciones que fabrican servidumbre. Hoy, además, contamos con evidencia sobre intervenciones que funcionan. Propongo un itinerario en tres niveles —personal, comunitario y de plataformas/entornos— que combina su intuición ética con pruebas empíricas.
A) Nivel personal: reconstruir la independencia interior
Cambia el objetivo: de ganar a comprender. Antes de compartir, pregúntate “¿es preciso?”. Los “nudges de exactitud” —pequeños recordatorios para pensar en la veracidad— reducen la difusión de falsedades en experimentos de laboratorio y en Twitter. Integra tu propio “nudge”: ¿qué evidencia hay?, ¿cuál es la fuente?, ¿lo leería igual si fuera de “mi” bando? Vacúnate: “prebunking”. Exponerte antes a las tácticas comunes de manipulación (titulares emocionales, falsos dilemas, chivos expiatorios) te inmuniza contra contenidos engañosos. Programas gamificados como Bad News / Go Viral! / Harmony Square muestran efectos positivos en diferentes países y edades. Diversifica tu dieta informativa. No se trata de “equilibrar” con fuentes poco fiables, sino de exponerte a perspectivas serias y distintas. La evidencia sugiere que las redes tienden a homogeneizar, pero intervenciones bien diseñadas pueden incrementar la exposición a fuentes no afines y reducir contacto con “reincidentes” en desinformación e incivilidad. Selecciona deliberadamente medios de calidad con líneas editoriales diferentes. Practica el disenso responsable. En conversaciones presenciales, sé el “primer disidente” cuando toque: rompe la unanimidad aparente con prudencia y datos. La sola presencia de una voz discrepante reduce la conformidad. Domina tus “gatillos” emocionales. Lo que te indigna tiende a desactivar el juicio. Si una pieza te dispara, pausa: busca fuente original, fecha, contexto y revisita 24 horas después. Muchos errores se evitan sólo con el tiempo. Disciplina de consumo: fija ventanas horarias, listas de lectura y límites de notificaciones. La atención es el campo de batalla donde la consigna reemplaza el razonamiento.
B) Nivel comunitario: normas que protegen la verdad
Círculos con reglas de evidencia. En familias, grupos de trabajo y comunidades, acuerden reglas mínimas: a) quien afirme, aporta fuente; b) no se comparte lo que no se leyó; c) se admite rectificar sin humillar. Son antídotos contra la “estupidez” como clima moral. Rituales de desacuerdo. Instituyan turnos de abogado del diablo en decisiones importantes: alguien debe buscar contraevidencia. Así se previene el pensamiento gregario que Bonhoeffer temía. Liderazgo que protege disenso. Autoridades que toleren la crítica y premien la rectificación inmunizan a la organización contra las consignas. La autoridad está al servicio de la verdad, no de la unanimidad. Alfabetización mediática continua. Talleres cortos —de 60 minutos— con módulos prácticos mejoran la capacidad de distinguir noticias falsas, incluso en adultos mayores. Repite estos módulos periódicamente: los efectos se refuerzan con “booster shots”.
C) Nivel de plataformas, medios y políticas públicas
Fricciones saludables. Botones de “compartir” con pausa y recordatorios de exactitud aumentan la calidad de lo que se difunde (menos falsedades, sin censura). Combinar etiquetas y prompts de exactitud mejora resultados en metaanálisis recientes. Prebunking a escala. Campañas cortas con videos o juegos que enseñen tácticas de manipulación (clickbait emocional, falsos expertos, chivos expiatorios) han mostrado efectos medibles y se están expandiendo en varios países. Desamplificación de reincidentes. Reducir sistemáticamente la prominencia de fuentes con historial de desinformación y fomentar diversidad de exposición disminuye contacto con incivilidad y bulos. Transparencia algorítmica proporcional. No todo es “cámara de eco”, pero sí hay homofilia; auditorías públicas, controles de calidad y paneles de usuario (opt-in) ayudan a vigilar sesgos de amplificación. Inversión sostenida en educación cívica. Programas de alfabetización mediática en escuelas y comunidades reducen la vulnerabilidad a la desinformación en estudios aleatorizados; sus efectos crecen si se acompañan de normas locales (bibliotecas, radios comunitarias, universidades).
V. Bonhoeffer hoy: carácter, verdad y responsabilidad
Bonhoeffer no fue un tecnólogo, pero predijo el corazón del problema: cuando el poder —político, social o algorítmico— captura nuestra conversación con consignas, delegamos nuestro juicio. Llamó a reconstruir el carácter que sostiene la verdad bajo presión: decir la verdad incluso cuando cuesta reputación; defender a las víctimas incluso cuando no son “de los nuestros”; meter un palo en la rueda cuando la maquinaria —de propaganda, de linchamiento, de bots— pisotea la dignidad. Su crítica de la “estupidez” no autoriza el desprecio; más bien nos advierte de un peligro que todos corremos. Y nos ofrece una salida: formación interior + instituciones y prácticas que la protejan.
Epílogo biográfico: por qué escucharle
Dietrich Bonhoeffer no especuló desde un despacho. Arriesgó su vida, organizó comunidad, dijo “no” cuando muchos callaban, escribió sobre gracia costosa y responsabilidad cristiana, tendió puentes ecuménicos y fue ejecutado en Flossenbürg el 9 de abril de 1945, por su vínculo con la conspiración contra Hitler. Su palabra tiene autoridad no por ser popular en redes, sino por la coherencia que sostuvo hasta el final.

Conclusión
La “teoría de la estupidez” de Bonhoeffer es, en realidad, una teoría de la servidumbre moral: cómo la presión del poder y del grupo puede apagar el juicio y la responsabilidad. Su actualidad es evidente: conformidad, obediencia, lemas virales, difusión acelerada de falsedades y descuidos atencionales encajan con lo que él describió como pérdida de independencia interior. La salida —ayer y hoy— pasa por reconstruir el carácter (personas y comunidades que aman la verdad), crear frenos y contrapesos en el ecosistema informativo (prebunking, fricciones, diversidad) y proteger el disenso responsable. No necesitamos ser “más listos”, sino más veraces y responsables.
Fuentes consultadas
- Dietrich Bonhoeffer, “After Ten Years (On Stupidity)” — fragmento PDF (Fortress Press)
- “After Ten Years” — ensayo PDF en Christian History Institute
- “Reading Bonhoeffer’s ‘After Ten Years’ in Our Times” — introducción / extracto PDF
- “Teoría de la Estupidez: ¿Sabe reconocer a un estúpido?” — Megarón (PDF en español)
- “Teoría de la estupidez, de Dietrich Bonhoeffer” — Punto Crítico (artículo en español)
- Solomon E. Asch (1952). “Group pressure and the modification of judgments” — PDF (experimento de conformidad)
- Solomon E. Asch (1955). “Opinions and Social Pressure” — PDF
- Stanley Milgram (1963). “Behavioral Study of Obedience” — PDF (experimento de obediencia)
- Smeulers, A. (2020). “Milgram Revisited: Stanley Milgram’s ‘Obedience’ Experiments” — PDF abierto
- Capuano & Chekroun (2024). “A Systematic Review of Research on Conformity” — PDF abierto
- “A Practical Guide to Prebunking Misinformation” — guía práctica (PDF abierto)
- Roozenbeek, van der Linden & Nygren (2020). “Global vaccination: Bad News” — Harvard Misinformation Review (PDF abierto)
- “Prebunking Against Misinformation in the Modern Digital Age” — NCBI Books (open access)
- Roozenbeek, J. et al. (2022). “Psychological inoculation improves resilience against misinformation” — Science Advances (open access)
- McPhedran et al. (2023). “Psychological inoculation protects against the social media spread of misinformation” — Nature Scientific Reports (open access)
- Lewandowsky, S. (2021). “Countering Misinformation and Fake News Through Inoculation and Prebunking” — artículo open access
Nota: Esta bibliografía combina fuentes primarias (texto de Bonhoeffer) con biografías académicas y literatura científica revisada por pares sobre comportamiento, desinformación y diseño de plataformas. Todos los datos y citas del artículo fueron contrastados con los recursos anteriores.

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