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Refineria bicentenario. El proyecto fallido de Calderon.

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Refineria Bicentenario - Calderon

En la historia reciente de México hay proyectos que quedaron marcados no por sus logros, sino por lo que nunca llegaron a ser. Uno de ellos es la Refinería Bicentenario, anunciada en 2008 por el entonces presidente Felipe Calderón Hinojosa como una obra clave para garantizar la soberanía energética del país.

La idea sonaba contundente: una nueva refinería en Tula, Hidalgo, capaz de reducir la dependencia de gasolina importada, generar miles de empleos y convertirse en símbolo del Bicentenario de la Independencia. En los hechos, el proyecto nunca pasó de ser un terreno cercado con una barda millonaria y múltiples estudios técnicos.

El anuncio y las expectativas

Cuando Calderón presentó el plan, el mensaje fue claro: México necesitaba ampliar su capacidad de refinación. Nuestras refinerías, construidas décadas atrás, ya no eran suficientes, y el país importaba cada vez más gasolina, sobre todo de Estados Unidos.

La Refinería Bicentenario se presentó como la solución: una instalación moderna, con capacidad para procesar cientos de miles de barriles diarios y reducir la vulnerabilidad energética. La expectativa generada fue enorme, tanto en el plano económico como político.

La absurda competencia entre estados

Y aquí vino uno de los capítulos más pintorescos de toda la historia: el “casting” para elegir la sede de la refinería.

En lugar de resolverlo con estudios técnicos y financieros, Calderón abrió la puerta a que los gobernadores compitieran como si estuvieran en un concurso de belleza: cada estado desfiló con su “propuesta”, ofreciendo terrenos, facilidades fiscales y promesas dignas de un comercial de televisión.

Algunos ofrecían hectáreas “listas y baratísimas”, otros presumían su “gente trabajadora” como si eso fuera un diferenciador técnico. Hubo quien aseguró que tenía el mejor acceso a ductos y carreteras, cuando apenas eran brechas medio asfaltadas.

Los finalistas fueron varios: Salamanca, Tabasco, Veracruz, Campeche y, claro, Hidalgo. Cada gobernador se puso la banda de “Señor Refinería 2009” y salió al escenario político con su mejor sonrisa.

Finalmente, ganó Hidalgo. Oficialmente, porque ofrecía las mejores condiciones. Extraoficialmente, porque el entonces gobernador Miguel Ángel Osorio Chong supo mover las piezas políticas y asegurar que el terreno se “donara” a Pemex.

La reacción fue casi de fiesta patronal: se habló de 40,000 empleos, de una transformación histórica para Tula y de un futuro brillante. La realidad fue que lo único que llegó fue la deuda estatal de 1,500 millones de pesos para comprar el terreno, que más tarde se convertiría en el baldío más caro de México.

La primera piedra y la barda

En 2009 Calderón colocó la primera piedra de la refinería, un acto simbólico cargado de esperanza. Sin embargo, más allá de esa ceremonia, lo único que se concretó fue la construcción de una barda perimetral de 14 km, plataformas y trabajos preliminares.

Se gastaron miles de millones de pesos en estudios, acondicionamiento y la famosa barda, pero nunca se licitaron ni comenzaron las unidades de proceso de la refinería.

El costo del fracaso: millones tirados y deuda heredada

Aquí es donde la historia se vuelve indignante.

Terreno: el gobierno de Hidalgo se endeudó por alrededor de 1,500 millones de pesos para comprar y donar las tierras a Pemex. Ese dinero salió de deuda pública estatal que tardó años en pagarse.

Barda y obras preliminares: se invirtieron entre 90 y 105 millones de pesos solo en la barda, más 1,388 millones en plataformas, saneamiento y acondicionamientos varios.

Estudios y gastos asociados sumaron otros cientos de millones.

En total, distintos reportes estiman entre 3,400 millones de pesos y hasta 600 millones de dólares en dinero público gastado. ¿El resultado? Un terreno cercado y nada más.

Lo más grave es que la deuda sí se terminó pagando. Hidalgo cumplió con los pagos y Pemex absorbió parte de los costos. Es decir, la sociedad mexicana cubrió religiosamente un crédito que no dejó ni una torre de destilación, ni un tanque de almacenamiento, ni un litro de gasolina.

Pagamos como si la refinería existiera, pero lo único que quedó fue un predio vacío.

Las razones de la cancelación

El fracaso de la Refinería Bicentenario no se explica por un solo factor, sino por la combinación de varios elementos:

Cambio de prioridades en Pemex: La propia empresa concluyó que era más rentable modernizar y reconfigurar las refinerías existentes —con unidades de conversión profunda, conocidas como cokers— que construir una planta nueva desde cero.

Impacto de la crisis 2008–2009: La crisis financiera mundial redujo el margen presupuestal y obligó al gobierno a reordenar prioridades. Aunque Calderón sostuvo el discurso de la refinería, la realidad fiscal la fue dejando de lado.

El predio problemático: La adquisición tardía y costosa del terreno encareció y retrasó el proyecto desde el inicio.

Rentabilidad cuestionada: Construir una refinería de este tipo costaba entre 9 y 10 mil millones de dólares. En comparación, reconfigurar refinerías existentes ofrecía un mejor retorno de inversión y un menor riesgo financiero.

Calderón, Peña… ¿quién la canceló?

Aquí conviene matizar.

Felipe Calderón (2006–2012) fue el presidente que anunció la obra, generó expectativas y puso la primera piedra, pero nunca logró materializar el proyecto. En su sexenio no se licitaron ni construyeron las unidades de proceso. Enrique Peña Nieto (2012–2018) heredó el proyecto inconcluso y, a través de Pemex y de Emilio Lozoya, declaró en 2014 que la refinería no era rentable y que se apostaría por la reconfiguración de plantas existentes. Fue, en términos administrativos, quien canceló formalmente la obra.

En resumen: Calderón fue quien prometió y no cumplió; Peña Nieto fue quien cerró el capítulo oficialmente.

¿Engaño o ineficiencia?

Engaño deliberado: Calderón presentó la refinería como un hecho consumado —con nombre, fecha, sede y primera piedra— a pesar de no tener asegurados elementos básicos como el terreno, los permisos ni el financiamiento. Fue un anuncio político que buscaba enviar un mensaje de modernidad y soberanía.

Ineficiencia de gestión: también es cierto que la crisis de 2008–2009 complicó el panorama fiscal y que Pemex enfrentaba limitaciones técnicas y financieras. Incluso con voluntad política, levantar un proyecto de tal magnitud era complicado.

Lo más justo es decir que hubo una mezcla de ambas cosas. Calderón exageró las posibilidades reales del proyecto para fines políticos, y su gobierno careció de la capacidad para hacerlo realidad.

El costo hundido

Lo que quedó fueron miles de millones de pesos gastados en un predio, estudios y una barda. Aunque parte del terreno fue donado al IMSS en 2022 para un hospital, la mayor parte del gasto terminó convertido en costo hundido: dinero público sin beneficio tangible.

Lo más indignante es que el crédito por el terreno sí se terminó de pagar. Cumplimos con la deuda como si la refinería hubiera existido, cuando en realidad lo único que se levantó fue un muro vacío. Pocos ejemplos muestran con tanta claridad lo absurdo de la política de proyectos inconclusos en México.

Una barda como símbolo

La famosa barda de Tula se convirtió en el símbolo del proyecto: una obra incompleta que refleja cómo las promesas políticas pueden quedarse en el aire. No hubo soberanía energética, ni empleos masivos, ni gasolina nacional. Solo quedó un terreno cercado y el recuerdo de lo que pudo ser.

Caricatura de personaje que aparece nervioso y triste frente a una barda ruinosa y abandonada, símbolo de la fallida Refinería Bicentenario en Tula, Hidalgo.

Reflexión final

La Refinería Bicentenario es un caso emblemático de cómo las promesas políticas deben evaluarse con lupa. Felipe Calderón fue el principal responsable de generar expectativas que nunca se cumplieron; Enrique Peña Nieto fue quien terminó de cerrar el expediente.

¿Fue un engaño deliberado o simple ineficiencia? Probablemente ambas cosas. Lo cierto es que, mientras tanto, México siguió dependiendo de la gasolina importada y el discurso de soberanía energética quedó en palabras.

El terreno hoy tiene otros usos, pero la lección permanece: los megaproyectos requieren planeación seria, transparencia y realismo, no concursos de popularidad ni primeras piedras simbólicas. Y sobre todo, no deudas que terminemos pagando todos por una refinería que nunca existió.

Fuentes consultadas
  • Auditoría Superior de la Federación (ASF, Informe 2015) – Reversión de los terrenos adquiridos para la construcción de la Refinería Bicentenarioasf.gob.mx – Informe 533-DE PDF
  • Auditoría Superior de la Federación (ASF, Informe 2013) – Estudio de preinversión para la Refinería Bicentenarioasf.gob.mx – Informe 2013 PDF
  • Pemex – Terreno para la nueva Refinería en Tula, Hidalgo – Trabajos preparativos para el acondicionamiento del terrenoDocumento oficial Pemex (PDF)
  • Proceso (2021) – En 2020 Pemex pagó 195 mdp por la deuda de terrenos para construir la refinería de Tulaproceso.com.mx
  • IMSS (2022) – Consejo Técnico aprueba donación de terrenos para hospital en Tulaimss.gob.mx
  • La Jornada (2014) – Cancelan en definitiva la construcción de la Refinería Bicentenariojornada.com.mx
  • Quadratín Hidalgo (2014) – Refinería de Tula no era rentable, por eso se canceló: Pemexhidalgo.quadratin.com.mx
  • Milenio (2022) – Esta es la Refinería Bicentenario que Felipe Calderón prometió construirmilenio.com
  • Emeequis (2022) – Pemex pagó 195 millones en 2020 por no usar terreno de ‘refinería’ de Calderónemeequis.com
  • El Informador (2009) – Hidalgo y Guanajuato compiten por nueva refinería de Pemex – informador.mx 
  • El Economista (2009) – Osorio Chong reconoce a gobierno por refinería – eleconomista.com.mx 
  • Contralínea (2010) – Un pueblo a cambio de una refinería – contralinea.com.mx 

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